



Como no sé cómo se ponen en el blog las pongo aquí:
Empezando por abajo...
1. Saturno, de Rubens
2. Desastres de la Guerra, Goya
3. Baile de boda, Brueghel el Viejo
4. Madonna della Sedia, Rafael
5. Los invalidos de la guerra, Otto Dix
Comienzo un nuevo artículo (ya tocaba…) en donde me centraré más en cuestiones teóricas sobre arte. Hay unas ciertas ideas sobre el arte, sobre qué es realmente, cuáles son las características que lo definen…y muchas de ellas no son plenamente ciertas. Me gustaría desmitificar ciertos pensamientos que se le adjudican y que en general se creen sobre arte, porque es muy fácil poner etiquetas y definiciones, y el arte, para bien o para mal, no las tiene. No se puede definir algo tan subjetivo con cuatro palabras, y en estos próximos artículos intentaré dar nuevas ideas. Todo esto viene a raíz de la asignatura de Teoría del Arte, que para mi sorpresa, me está gustando ya que le encuentro un sentido donde hasta ahora no lo veía.
Espero que esto pueda servir a mucha gente para poder mirar el arte con otros ojos, sin prejuicios ni ideas previas equivocadas!
Se suele pensar que las obras de arte tienden a ser “bonitas”, “atractivas”, “bellas”. Que esa es su función y lo que las caracteriza. Que se han creado para hacernos disfrutar de su presencia.
Está claro que hay numerosas obras de arte que son hermosísimas, delicadas, bellas, bonitas también. Pero fijarse sólo en eso es perderse muchas cosas. Y además, qué pasa con las obras de arte que, directamente, no lo son? Y no porque hayan sido juzgadas en base a una opinión subjetiva, sino porque, directamente, nunca han querido serlo. Su autor no pretendía crear belleza, ni armonía; su voluntad era sobrepasar ese límite, hacernos llegar otros sentimientos: miedo, asco, risa, vergüenza… Hay numerosas obras en la historia del arte, muchas más de las que creemos, que no fueron concebidas con la idea de belleza de por medio. Con los ejemplos se entiende mejor, así que expondré unos cuantos:
Saturno devorando a sus hijos, de Goya.
Saturno, de Rubens.
Estas versiones de la historia mitológica de Saturno devorando a sus hijos para así evitar que alguno de ellos lo matase y se quedase con su poder, sorprenden por su agresividad, por su fuerza, por la fiereza que transmiten. En la de Goya el personaje mira al espectador con la locura en sus ojos, comiendo lo que queda de su hijo. En la versión de Rubens, es el niño el que nos intenta llamar la atención con sus gritos desesperados, sus ojos saliendo de las órbitas, mientras su padre le desgarra el pecho. Sorprende ver como dos autores tan reconocidos, que hicieron obras tan bellas como La maja desnuda o Las tres gracias puedan crear a la vez pinturas tan terroríficas. Salvando las distancias de técnica, donde Goya innovó más (lógico, visto las épocas diferentes (s. XIX-s. XVII), las dos obras logran su intención: ser fieles a la historia. Porque al fin y al cabo lo que quieren explicar es una historia terrible: un padre engullendo a sus hijos. No podría ser bella una obra con esta temática…
Sigamos con Goya. Es conocida su serie de Pinturas negras y su serie de gravados Los desastres de la guerra. Especialmente en estas últimas obras Goya pretendía reflejar la crueldad de la guerra, los asesinatos, las torturas… Pretendía ser fiel a la realidad, captarla en todo su sentimiento. Las guerras son crueles e injustas, generan muertes sin piedad, y muchas veces la realidad supera la ficción. El artista simplemente quería reflejar lo que veía, y esto no era agradable a la vista.
Vistos estos ejemplos puede parecer que sólo las obras desagradables, terroríficas, no pretendían crear la belleza, cosa lógica por otra parte. Pero veamos ahora otro ejemplo.
Pieter Brueghel, llamado el Viejo, uno de los pintores flamencos más importantes del siglo XVI, no pretendía reflejar la belleza en sus obras. Él buscaba retratar lo que veía, su sociedad, sus costumbres, y siempre daba un toque humorístico con trasfondo moral a sus pinturas. Por ejemplo, la obra Baile de boda quería reflejar cómo era la boda campesina de la época. Muestra a las personas bailando después de comer y beber, alegres, incluso demasiado cercanas para lo que era la moral de la época. Esto se refleja en las caras un poco deformadas de los personajes y en los movimientos bruscos que hacen. Brueghel no buscaba la belleza, y sin embargo la podemos ver en la representación de esas escenas cotidianas llenas de simbolismo y pequeños detalles.
La belleza puede ser buscada, y encontrada de muchas formas. La madonna Della sedia de Rafael, nos muestra una pintura que seguía exactamente los patrones de lo que era belleza para
Todos estos ejemplos son de hace mucho tiempo…qué pasa en la actualidad? En el arte contemporáneo la belleza no es, ni de lejos, el objetivo de una obra. Los artistas de vanguardia, a principios del siglo XX, querían desmarcarse de todo el arte anterior, y esto suponía también alejarse de la pretendida idea de belleza clásica de proporciones, formas y colores establecidos. Ellos rompieron moldes y surgieron estilos tan diferentes como el Cubismo, el Expresionismo alemán, el Futurismo italiano, el Constructivismo ruso…donde no pretendían crear belleza.
La belleza, como sabréis, es muy subjetiva y cada época tiene sus gustos. Lo que para los griegos era bello, para los hombres de
Se ha de ver siempre más allá, no considerar el arte sólo como algo bello de una forma subjetiva y actual, sino intentar ponernos en la piel del artista, de la época, de la sociedad; ver cuáles eran sus ideales de belleza y pensamiento, y , a partir de allí, intentar saber si el objetivo de la obra era ser bella o no.
Espero que os haya servido y nos vemos en el próximo capítulo!
Arte medieval irlandés
Dentro de poco iré a Irlanda, lugar que me hace muchísima ilusión visitar, por varios motivos. Uno de ellos es ver obras medievales que se conservan en ese verde país y de las que hablaré en este artículo. He de decir que conozco muy por encima este arte, ya que en la estupenda Universidad de Barcelona casi ni se estudia y no hay ninguna optativa de arte insular, así que tendré que basarme en los conocimientos que he obtenido por otras vías.
Al pensar en Irlanda nos viene una palabra: celta. Este pueblo marcó la ideología del país para siempre, aun cuando fuese numerosamente invadido por vikingos, normandos, ingleses… Las bases celtas se mantienen, y se mezclan con las nuevas, originando así un nuevo estilo.
El arte medieval irlandés, sobretodo el de la alta edad media que es el que conozco (hasta el siglo X-XI), mezcla la tradición celta autóctona, con elementos curvilíneos y espirales, con los que trajeron los anglosajones, es decir, los germanos que llegaron a Britania, donde habían ya elementos romanos. Todo esto produjo un arte singular, al introducirse la figura humana en el arte celta, donde no existía.
Uno de los ejemplos más bellos de arte irlandés son los manuscritos, de los que se conservan varios muy importantes.
Uno es el Libro de Durrow, el más antiguo evangeliario de Gran Bretaña e Irlanda, creado sobre el año 675. Los retratos de los evangelistas están tratados con motivos circulares, espirales, decorados con cenefas y entrelazados…todo es bastante geométrico, ya que se trata de los inicios.
Una importante aportación de este manuscrito es que inicia las iniciales expandidas, un elemento muy importante que se utiliza para iniciar los capítulos de forma lujosa y que luego se expande al continente. Se conserva en el Trinity College de Dublín.
Aquí se ven más claramente los modelos mediterráneos que procedían de los romanos, junto con elementos claramente celtas: círculos, espirales, trisquels, entrelazados, trenzados… Los animales que aparecen lo hacen como función decorativa. Asimismo, no hay voluntad de crear una perspectiva ni de crear una realidad; y los dibujos son más geométricos.
Se conserva en el British Museum de Londres, aunque hay iniciativas de devolverlo a su enclave original.
Pero el ejemplo más famoso es el Libro de Kells, que merecería un capítulo aparte, pero no me atrevo a llevarlo a cabo por temor de cometer varios errores…es muy complejo de explicar, así que aquí intentaré hacer un breve resumen.
Llamado Leabhar Cheannanais, en gaélico irlandés, este manuscrito es uno de los mejores conservados y está considerado uno de los más grandes ejemplos de manuscrito ilustrado medieval.
El libro de Kells fue escrito alrededor del año 800 y contiene los Cuatro Evangelios del Nuevo Testamento, además de notas preliminares y explicativas, todo escrito en latín. Además está ricamente ilustrado con miniaturas coloreadas muy diversas y bien conservadas.
El nombre de Kells proviene de la abadía del mismo nombre, en el condado de Meath en Irlanda, aunque los monjes que lo escribieron procedían de la abadía de Iona, una isla al nord-este de Escocia. Ha de saberse que los que evangelizaron Irlanda no fueron los romanos, que no pisaron la isla, sino escoceses y los propios monjes irlandeses que viajaban a Britania y luego volvían y evangelizaban a la población, a partir de la llegada de San Patricio en el siglo V .
La importancia del manuscrito radica en el lujo en que fue creado, utilizando las más diversas gamas de colores de tinta y llenándolo todo con infinidad de detalles, a pesar de no utilizar pan de oro. Asimismo, hay numerosas miniaturas y decoraciones que ilustran diversos capítulos de los evangelios que guardan.
Se ha escrito mucho acerca de este libro y os animo a investigar y a saber un poco más del arte irlandés, en el que no sólo hay manuscritos, sino también numerosa orfebrería, pero de esto ya trataré más adelante.
Hoy hablaré de una de mis pinturas favoritas: La lechera, de Johnannes Vermeer.
Este cuadro es uno de los más representativos del pintor de Delft, el más famoso de todos los artistas holandeses del XVII en pintura costumbrista. Hay muchos otros, como Pieter de Hooch y Jan Steen, que también representaron la vida cotidiana de los Países Bajos en
Este cuadro es uno de los más representativos del pintor de Delft, el más famoso de todos los artistas holandeses del XVII en pintura costumbrista. Hay muchos otros, como Pieter de Hooch y Jan Steen, que también representaron la vida cotidiana de los Países Bajos en
Esta obra es de las pocas veces donde se ve a una criada sola, sin su ama. Normalmente, en la época, se solían representar las criadas como holgazanas, durmiendo o escapándose de sus tareas, pero aquí vemos como la chica está concentrada plenamente en la labor que realiza. La leche cae suavemente, sin prisa, ella tiene cuidado de no verter ni una gota y sostiene con ambas manos la jarra. En la mesa hay diversos panes y elementos de la cocina y la estancia donde está el personaje es sobria y humilde, decorada solamente por los azulejos azules del suelo. La ventana de la izquierda, que suele aparecer siempre en ese lugar en las obras de Vermeer, ilumina toda la estancia y hace brillar el pan, la leche, la pared y la cara de la muchacha.
En Vermeer es muy importante la composición, la luz y el color. Aquí se puede trazar una diagonal desde el extremo izquierda hasta el ángulo inferior derecha, con la chica en medio dividiendo la escena. En la parte izquierda es donde están todos los elementos de la obra: la ventana, los cestos, el pan, la jarra, la mesa…y donde se crea un claroscuro. En cambio, la zona de la derecha queda desnuda, ampliamente iluminada. Es aquí donde se ve el gran uso del color del artista, ya que si nos fijamos bien veremos que la pared que en principio nos parece blanca no es así, sino que hay una infinidad de matices de gris, azul y amarillo. Este último color suele aparecer en muchas obras de Vermeer, siempre en tonos vivos. Los toques de blanco dan mucha luminosidad y se ve el detallismo que el artista quería dar a cada obra.
Esta pintura tuvo muy buena aceptación en la época, siendo de las más valoradas del artista y vendiéndose a muy buen precio. Los cuadros holandeses eran creados para decorar las casas de las familias acomodadas, por eso eran de pequeño formato y trataban temas agradables y cotidianos.
Vermeer fue un autor prácticamente desconocido hasta finales del XIX, y aún hoy no tenemos demasiados datos de su vida y obra. Pintaba muy despacio y tardaba en acabarlas, por lo que no debió realizar demasiadas,y hoy en día se conservan unas 30, la mayoría en museos holandeses, franceses y alemanes. Actualmente su obra más conocida es “La joven de la perla”, de la que se ha escrito un libro y se ha hecho una película, ambos muy buenos.
Vale la pena viajar hasta Ámsterdam sólo para contemplar obras tan increíbles.
La lechera o mujer con cántaro de leche, Johannes Vermeer. 1658-60. Óleo sobre tela. Rijsmuseum, Amsterdam.